Nuestra Historia Completa
Los productores de café con los que trabajamos implementan una estrategia de restauración de ecosistemas que reduce el impacto ambiental y la huella de carbono mediante la construcción de viveros comunitarios con especies nativas, estas comunidades se apropian de las iniciativas ambientales.
El paisaje de Chaparral Tolima,Nocaima y Vergara Cundinamarca antiguamente marcado por las cicatrices de conflictos pasados, ha encontrado en el aroma del café una nueva esperanza. A medida que Colombia se ha embarcado en su viaje hacia la paz, estos ocho productores de café se han convertido en embajadores del cambio, transformando su tierra y sus vidas a través de la excelencia del café. Unidos, han tejido una red de apoyo mutuo, convirtiendo sus plantaciones en modelos de reconciliación y desarrollo sostenible.
La paz ha florecido en cada grano de café que cultivan, con cada cosecha superando el umbral de calidad de 82 puntos, considerado 'excelso' según los estándares de la Specialty Coffee Association. Este logro no es una casualidad, sino el resultado de la dedicación en la selección de variedades, en el perfeccionamiento de técnicas de cultivo, y en la meticulosa atención durante el proceso de fermentación, lavado y secado. El compromiso de estos productores va más allá de la calidad, buscando también la armonía con el medio ambiente y la equidad en la distribución de los beneficios del comercio del café.
La restauración de ecosistemas ha sido fundamental en este proceso de paz. Los viveros comunitarios son centros de vida, donde las especies nativas son cuidadas por manos que una vez sostuvieron herramientas de guerra y ahora siembran semillas de futuro. Con cada árbol plantado, no solo se combate la deforestación y se protege la biodiversidad, sino que también se fortalecen los lazos de la comunidad, y se enseñan a las nuevas generaciones el valor de la paz y la conservación.
La prosperidad de Chaparral, Nocaima y Vergara es ahora un reflejo de sus cafés: ricos, robustos y llenos de carácter. La comunidad ha visto florecer el turismo, atraído por la belleza de sus paisajes y la posibilidad de degustar uno de los mejores cafés del mundo, servido con la historia de su origen, un origen que ha pasado de la adversidad a la paz.
Los visitantes no solo se llevan una taza de café excepcional, sino también una narrativa de resiliencia y esperanza. Las fincas se han convertido en aulas vivas donde se comparte con el mundo la historia de un país que está sanando, una taza de café a la vez. La marca, símbolo de colaboración y calidad, continúa elevando el estándar, inspirando a otras comunidades a creer que es posible un futuro más brillante.
Cada grano vendido no solo es un paso hacia la sustentabilidad económica de los productores, sino también una inversión en la paz de Colombia, una paz que se cultiva en las montañas de Tolima y se sirve, con orgullo, en cada taza de café.